Desde el desafortunado evento del socavón del Paso Exprés en el Estado de Morelos, se han puesto de moda la aparición de socavones en todo el país y Tijuana no podía quedarse atrás, por lo que las vialidades del río, dos avenidas del Parque Industrial Pacífico y otras calles de la ciudad decidieron cooperar con los suyos, nomás por pura solidaridad. De muy reciente aparición son los daños en el bulevar Cuauhtémoc norte y en la carretera a Playas que, sin ser socavones, provocan hundimientos, alerta entre los usuarios y notas periodísticas.
La diferencia entre un socavón y un deslizamiento se entiende con claridad con sólo verlos: el socavón es un hoyo vertical y el deslizamiento es un movimiento lateral de tierra; el socavón se produce por la erosión de una corriente de agua subterránea, mientras que el deslizamiento obedece a razones de equilibrio. Para que el primero de estos fenómenos se presente, se requiere que alguien instale una tubería que permita la salida del agua, mientras que en el segundo de alguien más que modifique las condiciones del equilibrio del cerro o la ladera.
En el caso de deslizamientos debo decir que en este tema también somos pioneros, ya que Tijuana ha sufrido sus efectos desde hace mucho tiempo y en muchas zonas: La colonia Manuel Paredes, la Sánchez Taboada y el cañón de Pastejé son ejemplos viejos, mientras que Valle del Sur y el bulevar Cuauhtémoc son muy recientes. A manera de muestra y aunque fuera de nuestra ciudad, la autopista escénica se construyó a través de una zona de deslizamientos claramente detectados en la etapa de estudios y, a lo largo de los más de cincuenta años de su operación, sólo se han presentado dos grandes eventos; el resto se han manejado como simples problemas de mantenimiento. Todo lo anterior sirve para afirmar que acá tenemos experiencia en el tema.
No obstante, considero conveniente anotar que una cosa es convivir con cierres de vialidades para reparar un hundimiento, y otra muy distinta es vivir con el riesgo de que el cerro le caiga encima. Si bien resulta casi imposible predecir ese desafortunado evento, la ocurrencia de un deslizamiento sí puede prevenirse mediante el empleo de un análisis de su estabilidad, antes de que se corte el cerro y se construya cualquier cosa en su vecindad. Si el cerro ya está cortado y si ya se construyó en su vecindad, además de rezar queda otra opción: que avise cuando se le ocurra moverse.
Para garantizar la seguridad de los habitantes, es posible implementar los Sistemas de Alerta Temprana (EWS, en inglés), que se emplean desde hace años sobre todo en los países europeos y que han mostrado ser útiles para predecir con antelación los movimientos de las laderas, reduciendo la inversión de capitales y los tiempos de reparaciones. Estos sistemas funcionan de modo similar a las alarmas que se contratan para proteger las casas y que, desde un teléfono celular permiten saber si abrieron una puerta e inclusive, ver al malandro que se metió a robar. La tecnología para instalar estos sistemas en las zonas vulnerables de Tijuana está disponible al nivel de catálogos comerciales y sólo falta la voluntad de instalarlos.
Pero aquí aparece el pero, porque aún falta saber si existe una clara definición de las zonas en riesgo en las que deberán instrumentarse los sistemas, realizar el proyecto de instrumentación, instalar los sistemas y darles un puntual seguimiento a los datos recabados; con base en ellos, habrá también que tomar las decisiones adecuadas de cuándo, cómo y porqué alertar a los habitantes respecto a la posibilidad de una falla que, dicho sea de paso, no ocurre de manera instantánea ni súbita como en las películas de Hollywood, sino a lo largo de varias horas y a veces de días, tal como nos consta a muchos. Al momento de confirmar la aparición inminente del movimiento, es cuando la participación conjunta de Protección Civil y sociedad enterada resulta indispensable para salvaguardar vidas y propiedades.
Hasta ahora hemos visto que la función de las unidades de protección civil se topan con la desconfianza de los ciudadanos y con la falta de modernización de leyes que permitan actuar en su beneficio; confío en que PC hará su parte en el asunto legal y en que el Gobierno Municipal se enfoque a instalar sistemas modernos de prevención de desastres, sin rentarlos y sin endeudarse.
Por cierto, la foto que ilustra esta columna es de la portada de la revista que publicó el CICT en mayo de 1993, donde se aprecia con detalle uno de los mayores deslizamientos del cañón Pastejé. ¿Por qué el Colegio de Ingenieros no retoma esas ediciones para enterar a la ciudadanía en general?, es algo que no entiendo.
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El autor es miembro fundador de Compañías Mexicanas de la Industria de la Construcción Tijuana–Tecate–Rosarito, (Comice TTR).