Por: Ing. Rubén García Fons
No cabe duda que la circulación vehicular en Tijuana se ha vuelto una pesadilla: la vía rápida es un vía crucis, en Paseo de los Héroes andamos como si fuéramos de paseo y en la avenida internacional la velocidad es como si cruzáramos por un mercado sobre ruedas. Omito por razones de sobra conocidas el lento avance de camiones de carga hacia y desde la garita de Otay, la lenta circulación por el bulevar Cuauhtémoc y la imposibilidad de tránsito fluido por cualquier calle de la Cacho. Me falta mencionar otras 173 avenidas y calles conflictivas, pero creo que todos los que vivimos aquí las conocemos.
Tijuana debe su crecimiento y desarrollo a su vecindad con San Diego y anexas, lo que permite un intercambio constante de bienes, personas y mercancías de uno al otro lado. Por esta razón, circular en nuestra ciudad resulta simultáneamente una bendición y un tormento; bendición porque gracias a ella tenemos una situación económica desahogada en comparación con el resto del país, porque disfrutamos del acceso a productos y servicios que muy difícilmente se alcanzan desde otras ciudades y, finalmente, porque podemos gozar de lo mejor de ambos mundos.
El alto precio que pagamos por esas virtudes, consiste en vivir en el permanente caos vial que se presenta al tener que cruzar la frontera o, al intentar cruzar las corrientes viales que se forman en espera del ansiado cruce. Para nosotros es comprensible que haya personas que tengan que cruzar al otro lado ya sea por motivos de trabajo o negocio, escuela, compras o trámites, y que sacrifiquen algunas horas de su tiempo en cruzar. Pero, ¿porqué quienes nos movemos solamente dentro de la ciudad, también tenemos que sacrificar nuestro tiempo, nuestra gasolina, nuestra salud y nuestra paciencia?
La razón es obvia si recordamos que nuestra ciudad creció a partir de la garita, por lo que, de un modo u otro, sus avenidas más importantes están orientadas hacia y desde ese punto, de manera que cuando se saturan, se interrumpe la circulación de las vialidades que no conducen a ella. A manera de ejemplo y sólo por mencionar tres sitios conflictivos, en la Zona Río se distinguen: el Paseo de los Héroes y los bulevares Abelardo L. Rodríguez y Agua Caliente, que interrumpen su flujo en los cruces con el Cuauhtémoc Norte todos los días, por lo menos desde que se inauguró la mentada zona y hasta nuestros días, con la salvedad que, si bien el problema existe desde hace mucho tiempo, a últimas fechas entró en franca crisis.
A todos aquellos que piensan que la movilidad urbana se refiere sólo a la facilidad con que se desplaza un vehículo dentro de la ciudad, me permito informarles que están equivocados; tal como lo he expresado en otros medios, la ciudad es para sus habitantes, no para los carros. Bajo esta idea, el concepto de movilidad debe expresarse en general como la eficacia con que los habitantes de una ciudad se desplazan dentro de ella y, en su más amplio concepto, la movilidad urbana debe ser necesariamente sustentable, bajo el siguiente modelo:
«La movilidad urbana sustentable es la forma de desplazarse eficientemente en la ciudad, con un profundo respeto por los usuarios de las calles y al medio ambiente. Se puede explicar como el desplazamiento de personas donde se minimiza el costo energético y la contaminación y se reducen las fatalidades humanas producidas por accidentes de tránsito» (Centro Estatal de Investigación de la Vialidad y el Transporte, Organismo Público Descentralizado del Gobierno del Estado de Jalisco; CEIT, 2001)
Existe una liga entre los cruces fronterizos y la movilidad en Tijuana, que quedó demostrada con la reciente reducción del personal en las casetas de la aduana americana; los mecanismos que se emplearon para paliar el caos incluyeron el reordenar los carriles de acceso, destinando un carril exclusivo para el flujo hacia Playas. Aunque esta medida ciertamente agilizó la circulación hacia el sur, también permitió conocer en vivo y en directo el gran volumen vehicular que cruza por las líneas Ready Lane y las normales: dos carriles llenos desde la línea hasta por lo menos el Hospital General, lo que representa un gran estacionamiento de 1100 carros con motores funcionando unas dos o tres horas diarias. Cuando ocasionalmente la fila llega hasta el puente de la colonia Buena Vista, el volumen de carros alcanza los 2080, y sus motores deben funcionar alrededor de cuatro y hasta cinco horas continuas.
Creo que con lo anterior queda claro que, además del obvio retraso en los tiempos de circulación, se afecta la economía, la calidad del aire y por lo tanto la salud pública, así como de disponer de policías para guardar el orden y correr a los gaviotones, lo que resulta en una disminución del número de agentes que atienden la seguridad en el resto del municipio.
Ahora bien, si la pregunta fuera el cómo resolver en forma definitiva la movilidad en nuestra ciudad, se me ocurre recordar que, desde marzo del 2020 se creó el Instituto de Movilidad Sustentable del Estado, IMOS, y cuya misión primera fue resolver este tema.
Si después de dos años de creado, con personal experto en el tema, con presupuesto suficiente para realizar estudios y campañas de educación vial, el problema aún no ha sido resuelto, creo que llegó el momento de pedirle cuentas y resultados. Sólo hay dos sopas, o se compone la situación actual o nos ahorramos el gasto de mantener en funciones al IMOS.
Ustedes decidan.
El autor es ingeniero civil por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
